Niños y perros

La convivencia entre niños y mascotas  (en concreto perros) es recomendada por la mayoría de los psicólogos y pedagogos de todo el mundo por sus grandes beneficios educacionales, pero como todo lo referente a la educación lo más importante no es el hecho de tener o no una mascota sino cómo el niño debe verla, si como un regalo para su deleite o como un miembro más de la familia cuyas necesidades deben cubrir entre todos los miembros, incluido él.


Esto va a hacer que el niño deba adoptar un papel que nunca había tenido que desarrollar y el papel que debe adoptar la familia, en concreto los padres, es importante, el perro no es para él, sino de la familia y como miembro de la misma ha de colaborar y tomar ciertas responsabilidades, no creo que debiera hacer falta decirlo, pero que ningún padre crea que el niño va a cubrir al 100% los cuidados del perro o que ese hijo irresponsable va a serlo por el mero hecho de tener una animal.

Hasta entonces todo su entorno (familia, profesores…) giraba en torno a él, el era el último eslabón de una serie de personas que se preocupaban de que el niño tuviera siempre sus cereales preferidos, tuviera limpio el chándal para gimnasia, se le organizaran las diversas actividades… pero ahora la cosa cambia, en estos momentos llega un último eslabón a la cadena y él debe tomar ciertas responsabilidades para que el “nuevo último eslabón” tenga cubiertas sus necesidades, está claro que el niño probablemente ni pueda ni deba ir solo al veterinario si está lejos o el perro es grande, pero situaciones similares no deben de excluirle totalmente de las responsabilidades que el perro conlleva, de una u otra manera el niño debe estar siempre implícito, como llevar el control sanitario, de cuando le toca ir a vacunar, a la revisión, de pedir el saco de pienso, de cepillarlo, de apuntar las desparasitaciones, de sacarlo siempre que sea posible, de participar directamente en su educación, de bañarlo si se ha ensuciado al jugar en la calle… de alguna manera el niño debe ser origen y final de los actos referentes al perro, lo que no debe hacer es pasárselo “pipa” jugando en el barro con “Chester” que luego vendrá “papá” y lo limpiará, en cuanto lo haya bañado 3 veces será consecuente con sus actos, o no jugará con él o si decide hacerlo será consciente de lo que luego toca.

Son muchos los “adultos” los que tras independizarse adquieren un perro y al cabo de un tiempo vienen sorprendidos del trabajo que les da su animal, tras una ligera entrevista la conclusión es que “eran sus padres quienes tenían perro” y “ellos quienes jugaban con él”

Por eso es muy importante que el niño vea que el tener un perro interfiere en sus actividades, porque el día de mañana será así, que algún día no puede quedar con los amigos porque tiene que ir al veterinario o que tiene que volver a casa y dejar a medias el partido de baloncesto porque le toca sacar al perro, que sepa, lo placentero pero también lo sacrificado y exigente que es tener una mascota.

A veces es sorprendente el ver ciertos resultados fruto de la correcta educación de los padres a este respecto, como el de dos niñas las cuales, pagan ellas con sus ahorros la residencia de “Lobo”, su Husky Siberiano, cuando se marchan de vacaciones, o Lucía una pequeña que no se saltó una sola clase de adiestramiento lloviera, nevara o hiciera frío sabiendo que la continuidad de “Willy”, su Labrador Retriever, en su familia dependía de el grado de educación que consiguiera, amén de los niños que llaman personalmente a pedirte el pienso y te dicen “tráeme otra vez esas vitaminas para la caída del pelo que le han ido muy bien” o cosas similares, denotan una madurez que solo el adoptar una responsabilidad ofrece.

Espero con este texto sirva a ciertos padres a enfocar de manera correcta la llegada del nuevo cachorro a casa.

David Borjabad Rubio
Centro Canino Rukuba
Director Técnico